24 de mayo de 2010

II. Suudella

El estallido del Génesis mismo en un espacio tan diminuto...

No comprendía el intelecto
los motivos entramados
de mil silencios insertos
durante días mal trazados.

Escapaban argumentos
de la razón y lectura.
Las intuiciones, por cientos,
engendraban conjeturas.

De explicación no requiere
el suceso detonado,
que cuando la razón muere
el corazón se ha otorgado.

Trayectorias sin modelos
recorren dos vagabundos.
Materializando anhelos
que orbitarán todo el mundo.

La credibilidad surge
con cada paso marcado,
y fortalecerla urge
al binomio trastocado.

Las horas van hilvanando
lo que ni en sueños estaba.
Uno de ellos, hablando,
se dibuja en la mirada.

Va transcurriendo la noche
primaveral, moribunda.
Son menguantes los reproches
que a sus historias fecundan.

El rostro de ambos sonríe
desde los días sin saberse.
Acaso el sino los guíe
cuando ellos vuelvan a verse.

Estrecha ella la vida
de quien muere y resucita
con cada instante suicida
en su compañía bendita.

Labios más suaves que el agua
reanudan hechos enteros;
tocándose, vida fragua
sólido el beso sincero.

Ojos cerrados, silencio.
Tiempo que muere al instante.
Vaga esperanza del necio,
raptado y alucinante.

Lo primero que se observa
tras el momento divino:
un rostro hermoso que enerva,
el Norte de un gran camino.

A ti, autora del explosivo inicio de un sendero empedrado con mármol y obsidiana