21 de mayo de 2010

I. Suudella

Es el acto perfecto, donde la figura principal es el origen de mi desorden predilecto

Se abre el telón y las luces se encienden levemente.
Una atmósfera color ámbar ilumina el recinto.
Las butacas vacías, el escenario abandonado.
Silencio absoluto con dosis de oscuridad.

En el centro, huellas frescas de años recorridos por el mundo.
Un aroma a madera de pino y un calor medio.
Lentamente los latidos hacen eco en cada rincón.
Apresurada la tarde, cede paso a su silueta bronceada.

La línea recta se traza desde el plató hasta la última fila.
Ella suspira, hay un vaho tibio.
Observa con detenimiento, casi contando cada espacio desocupado.
A la velocidad de la luz, halla la marea ocre de la mirada ajena.

Sin el mínimo sobresalto, se detiene justo en el punto.
El puente de ambas pupilas detecta sus facciones.
Distingue la frente, las cejas, la nariz...
Ella lo observa, mientras él se queda quieto.

Dando un par de pasos desnudos, ella se sienta en el borde.
En la detección pueril, él va esculpiendo la primera palabra.
Sonora la exhalación, conmina a descender para verle de cerca.
Él se yergue y camina despacio, bajo un reflector punzante.

Atisbando a la mente, "hola" sale de sus labios pluscuamperfectos.
Ante la evidencia, él detiene su andar.
Fija sus ojos dilatados en la sonrisa contenida.
Ella lo vuelve a observar, derribando el muro.

Cinco pasos más para que él llegue a su destino.
Menos de un segundo y ella, aún sobre la escena, escudriña.
La inicial línea que era tangente se reduce a distancia corta.
"Hola", responde él, sin yelmo, espada o escudo.

En la seriedad preciosa, ella extiende sus brazos.
Recibiendo la corporeidad de su espectador, se ciñen mutuamente.
La existencia entera tiembla.
Pese al telúrico instante, ambos son invulnerables.

El compás de los latidos indistintos se vuelve uno solo.
La respiración se hace cada vez más lenta y pausada.
Conato de letargo, mantienen los ojos cerrados.
La proyección de imágenes consecutivas es una escena perfecta.

Empero, la perfección hiberna en la estrechez que los sujeta.
Compartiendo el mismo aire, cercana la calidez de la piel.
Las manos finas que de ella son imprimen su huella indeleble.
Los estigmas quedan sempiternos en la espalda del Errante.

Sin dirección artística, ella, protagonista, mantiene sujeto al andante.
Él, en cambio, yace con vida eterna, resguardado por los brazos incólumes.
El reflector se apaga y todo queda en penumbras.
Silente el universo, cierra el telón cuando dos siluetas con una.

A ti, actriz de la escena perfecta que a diario acontece

18 de mayo de 2010

Dolce càrcere

¡Qué paradoja! Debería buscar libertad, pero en tu prisión me siento más libre que fuera de ella

No puedo ver. Antes distinguía millones de tonalidades y ahora sólo una, la de un oscuro vacío donde ni siquiera una sombra puede ser más negra. Dudo que pueda escribir letra alguna en penumbras. Entonces quiero saber qué le pasa a mis ojos y...

Estoy maniatado. Se supone que debo tener un poco más de fuerza con este breve miedo que me invade. Al menos podría quitar de mi vista el obstáculo que la está cegando, pero mis brazos no responden. No puedo siquiera moverme y sobre mi espalda se siente una superficie áspera y rígida, como una piedra, un acantilado. Quiero huir hacia un sitio más seguro para...

Se escuchan pasos. Lo que de pronto parecen ser pisadas apresuradas se convierten en ligeros pies impresos sobre un suelo blando y frondoso. Alguna marcha mercurial se avecina, trayendo consigo una especie de incógnita benévola, donde no hay temor alguno que tenga lugar. Por causas que desconozco, igualmente aspiro un aroma a flores de verano. Quisiera distinguir todo lo que me rodea, por lo que...

La ceguera desaparece. Un fulgor muy intenso me intercambia de invidente oscuro a espectador de luminosidad. El tacto delicado de unas manos desconocidas sobre mis sienes hace que lentamente aparezcan colores y formas, volumen y geometría. Todo luce borroso, envuelto en una niebla que ora es imaginaria, ora es real. Quizá la figura dueña de esa tibieza suave esté frente a mí, pero no puedo distinguir quién es. En unos segundos...

Unos ojos oscuros. Es una mirada sagital la que se anida sobre mi rostro desconcertado. La sorpresa de la faz observada a detalle me quita la vida y al siguiente instante me resucita. Sin aliento, no puedo ni quiero apartar la vista de tan implacable beatitud. Se dibuja una sonrisa contenida detrás de sus labios, que son a ojo desnudo sinónimo de frutal dulzura. Quiero hablar...

Muerto de nuevo por la sonrisa que es libertad. Estremecido hasta la célula más pequeña de mi existencia por el calor de su mano sobre mi diestra. Sin palabra alguna desintegra las ataduras de mis manos, retorna la luz a mis ojos y la música a mis oídos. Me lleva a sitios que desconozco, en este inconmensurable valle de fanerógama belleza. Y el viento es un susurro de románticas proporciones; la frescura de cada aroma es incienso que nos eleva hasta el Infinito mismo; ella, ahora perceptible a este sentido visual enervado, es un fragmento de ese enorme misterio.

Bendita prisión en la que estuve, hasta el punto en que esa presencia me otorgó la libertad. No obstante, si habré de tener tal recompensa después de ser sentenciado, quiero pasar por esa condena mil veces. Al final sé que habrá un valle, una mano cálida y un trayecto, una autora de vida tras tormento, de luz tras oscuridad, de eternidad tras momentáneas dificultades.

Al final, sé que estarás tú...

A ti, lo primero que veo al despertar y el rostro que aguarda en cada sueño

17 de mayo de 2010

Insomnia

Si bien requiero ciertas horas de sueño, prefiero un insomnio eterno en tu compañía

El asfalto es nuestro.
La noche muda se niega a pronunciar axioma alguno.
Yuxtapuesta la primavera obsoleta, trastocaba el verano y su calor amenazado.
La vista perdida en el trayecto incógnito, señalando el derrotero eterno.
El asfalto es nuestro.

Las nubes cubren todo.
Cada segundo es un presente abierto con ansiedad infantil.
La existencia gotea con las notas musicales.
El caudal melodioso irrumpe en nuestro navío.
Las nubes cubren todo.

Insomnes, dos felinos dóciles.
La sabana está vacía, sin presas ni indefensos incautos.
Coloreada de oscuridad adictiva, la noche transcurre, la noche transcurre.
Transformados en susurros, los rugidos enmudecidos aderezan el aire.
Insomnes, dos felinos dóciles.

La intuición desplaza a la ciencia.
No hay pensamientos, no hay reflexiones, sólo un silencio grato.
Hablar sin sonido es el arte que has perfeccionado.
Soy un ensayo y error, no obstante tu paciencia cordial.
La intuición desplaza a la ciencia.

Sueños por realidades.
De nuevo, el paso entre la noche y la madrugada.
A hurtadillas, huyen los ejes del mundo, ocultos entre luces artificiales.
Risas y miradas acuosas son nuestro idioma.
Sueños por realidades.

Y lo inminente es que me encantas.
Habiendo lacerado a la reserva con la palabra, no hay sueño que me doblegue.
Tan cerca, todo se hace añicos y se reconstruye.
Contemplo en tu existencia la quintaesencia de mis noches sin dormir.
Y lo inminente es que me encantas.

A ti, porque no hay temor a no soñar, siendo tan real que existes