10 de noviembre de 2010

En tus brazos (o Sintiendo un calor en el invierno)

En ti, sólo en ti, por siempre, contigo

No logro distinguir los senderos que me conducen hasta cierto sitio que únicamente identifico por nombre. Estoy por dar el primer paso y vuelvo a detenerme, como si el viento soplara en mi contra. Parece que voy a caer, pero no lo hago.

No sé si el mundo me abruma o yo permito que lo haga; lo que sé con certeza es que hay una sensación de serenidad que no suelo inteligir con mucha destreza. Un aroma a jazmines y huertos bañados con neblina me enerva lentamente. ¿Qué es?

Ya el abismo se va conviertiendo en un lago congelado bajo mis pies, con una superficie lisa y rígida, pero sin el frío que caracteriza al mismo mar boreal. Doy pasos firmes, quizá lentos, pero no titubeo, porque allá está mi destino.

Quiero abrir mis brazos como si fueran alas, pero algo los sujeta, como una fuerza, como una prenda que no los deja extenderse. De nuevo, ese calor suave se convierte en una suerte de remedio para esta temible circunstancia.

Ya sé que es tu nombre el que tienen los lazos que me sujetan con una suavidad sin igual. Ya sé que son tus ojos los que emiten esa luz que me permite vislumbrar señalamientos invisibles a ojo desnudo.

No estoy en el mundo, sino en tus brazos.
¿Cómo escapar, si no quiero salir de aquí?
¿Cómo despertar, cuando la misma consciencia es lo que estoy observando con ojos cerrados?

Tus brazos, fortaleza mía, son los que me sostienen, los que no me dejan caer; son los que me mantienen de pie
y me elevan por encima del suelo para flotar en la quietud de tus palabras, de tu respiración.

En tus brazos está mi morada, aun si hace frío o calor, pues encuentro el punto neutro donde sentir que
nada hace falta, sólo tiempo eterno que no pause lo magnífico de este Edén.

En tus brazos quiero vivir, aunque morir no tiene lugar a pensarse.
En tus brazos encuentro mi energía, pues son la misma garantía de una debilidad inexistente, aunque atribuida
a mis noches y días, que escapa a tu perspectiva, siempre amigable, siempre fiel.

En tus brazos estaré, hasta que el último suspiro salga por mi boca.

A ti, poder dulce que suaviza a las rocas