8 de mayo de 2010

Oxígeno

La evidencia de un pensamiento, sin el cual no puedo respirar

Ninguno de los aquí presentes hizo promesa sobre la luna y las estrellas, sobre días templados y noches pletóricas de cometas. El idioma expresado fue el más simple, aquel en cuya sencillez se condensa el suero de la verdad, introyectado a través de la respiración. No hubo tratos, convenios, sino una inercia que no fue peligrosa ni amenazante. Fue la analogía de un salto al vacío nevado, donde sólo un milagro podría detener la caída vertiginosa, virar la propia existencia hacia rumbos distintos y terminar con la sofocante vaguedad del «ocioso día con día».

Pero llegaron los Siete Alados y despojaron de aire a la magnífica tranquilidad, carente de peligro e insomnios causados por innumerables orígenes. Era difícil que uno pudiese incluso abrir la boca y obtener un hueco de la atmósfera para continuar andando. Sería una entera faena apelar a la concentración metódica para explicar sentidos y razones envueltos en los procesos más sencillos de la vida, en los colores de las colinas o las esencias del polen diminuto.

Quizá por todo ello era arduo detectar cada una de las tonalidades en el éter durante una puesta de sol. Llegaba el sueño, pero no para descansar; era sólo un reflejo del tiempo adormecido por su propia marcha implacable. Hacía falta respirar, llenar de vida cada célula del cuerpo y lanzar con ello un suspiro sereno, teledirigido al punto exacto del plano cartesiano donde coincidirían las coordenadas en su razón fundamental. No se podría vivir sin esa palabra hecha viento, vagabunda corriente cuyo rumbo es siempre un misterio; sinceridad emitida que se tornó lentamente en la llave maestra para la transparencia integral del ser humano.

Nada puede ser mejor. El calor del apresurado verano, la ausencia de nubes en el cielo que reflejaba su manto en el mar cerúleo, hasta la niebla asesina antes del alba, cada cual tenía sentido de ser. No procedía algún reproche a la naturaleza por lo que fuese aconteciendo. Por el contrario, vivir se hacía más sencillo, pues se orbitaba alrededor de un astro pequeño, de fulgor punzante y hermoso. La vida deja de ser una lucha para transmutar en un escenario límpido que se dirige por alguna mano sabia, una voz omnisciente y la presencia absoluta de ese vocablo trisílabo de multinomial trascendencia.

Respirar permite visualizar lo que a ojo desnudo es imposible de contemplar; invita a escuchar melodías con cada latido; arroja a construir pensamientos que son estratagemas previamente leídas por alguna mente sin intención hostil; convierte a un simple mortal en invasor de sueños, donde hay una terraza y dos tazas de té, una para cada extremo del universo hermoso. Y finalmente, empero, es lo que transforma las tardes en un lastre que cargar, en una oda sin pauta, en un poema sin letras: la falta de aire, es la falta de vida que esa totalidad ofrece.

A ti, viento del oeste que devuelve la vida a los muertos

6 de mayo de 2010

Ingivelse

No hay excusa más perfecta que culpar el efecto enervante de la variable inspiradora

Ofrece una tregua al tiempo y a la vida, pues sabrás que ambos son más implacables que el dolor y la congoja. Respira profundamente y haz tuyo el aroma de las horas insomnes, donde el descanso se fugó por la ventana hasta que el día inoportuno llegó de súbito. Toca con la yema de tus dedos el mismo núcleo del sol, que no te hará daño alguno, pues de él eres dueña y amiga. Ilumina la ocredad de la sapiencia con la ligereza de tus pasos.

Con fuerza toma la duda, la irreprochable levedad cotidiana que no comprende tu entorno, y verás que no tendrás dificultad para arrojarla por la borda de tu navío, ese mismo que ahora te conduce por la vastedad del cielo oscuro. Habrás derrocado a la razón y la ciencia, pues le das un golpe certero en sílabas pinceladas con un tono escarlata, emotivo y sobresaliente. Ya el suelo sobre el que pisan tus pies es blando, como el césped edénico.

Sobre tu figura deambulan círculos concéntricos que son un enigma total a quienes no pueden percibir su significado, el cual conoces de inicio a fin. Pero deja que todo el tiempo y espacio se diluyan en un par de tus palabras ocultas, sin pronunciar. Que el mismo sonido de tu voz vaya estremeciendo los cimientos de esas edificaciones añejas, carcomidas, que albergan polvo y horas huecas. Y con un soplo tibio de aroma dulce hazlas polvo, dejando a la vista el jardín que habían mantenido ausente.

Descansa y cierra tus ojos. Permite que las nubes sean un lecho donde reposar al final de cada faena. Mantén evidente tu sonrisa, elemento sine qua non de los días que parecen recobrar el sentido de ser. Ya todo está escrito, porque de esas letras nacidas de ti se formula nuevamente la Teoría de la Creación. Lleva en tu inconsciencia la batuta para que el ritmo de la vida adquiera un compás diferente. Sólo allí yace la razón estricta para abstraer lo real e inanimarlo.

Si tienes el sentido, ¿para qué aligerar la fuerza de tu mano, que lo sostiene? Ya diste origen a un universo; el resto del infinito es tu límite.

A ti, de efecto inspirador para adicciones gratas

4 de mayo de 2010

Mørkt

La singularidad propia en el ojo del otro; sabia manera de describir la luz en la oscuridad

A veces me olvido por completo de ciertas catástrofes sucedidas meses atrás, despojando de la libertad al segundo pilar más fuerte que se tiene. Se va de la memoria el recuento de rabia e impaciencia mezclada con granos de arena cayendo lentamente del reloj. Soy un témpano que flota sobre el océano gélido.

Procuro caminar con la cabeza erguida, la respiración lenta y un paso que responde al compás de una pieza musical somnífera. Mi vista se agudiza, con la sola finalidad de apreciar cada detalle, matiz y contorno en torno de mi sombra proyectada sobre las baldosas. Y me detengo ante un destello conocido, agradable. Soy un témpano que detiene su marcha destructiva.

Sucesión de sonidos gratos y elevación de imágenes proyectadas hacia el firmamento, quimeras, realidades... ¿Estoy soñando o desperté a una realidad enervante y distinta a la previa? Aguarda ahora el mundo entero, mientras detenemos su marcha para observar, escuchar más allá de los sentidos y hablar con la propia mente. Aquí estás, aquí estoy. Soy un témpano en trayectoria de colisión con una ínsula paradisíaca.

¿Adónde fue el tiempo voraz? Ya aparecen relámpagos tormentosos, de un ópalo brillante a centímetros de distancia, de la existencia pequeña y fuerte como saeta. Es en efecto la materialización de quien irrumpió en el sueño entrecortado por la incomodidad corpórea y la dulzura de la noche. Soy un témpano que lentamente se desmorona.

Es una luz la que se vislumbra, la que roba la vista a estos ojos barnizados de caoba. Y todas las palabras audibles no se hacen presentes como suelen hacerlo, sino que van caminando furtivamente por los rincones de la conciencia. Ya no hay oscuridad, aunque sí la luminosa evidencia de que existes y siempre has existido, en la paciente marcha del sentimiento inexplicable. Soy un témpano derretido por el sol, vuelto al mar.

No es un sueño, y siendo real se vuelve lucidez...

A ti, visitante admirable en noches sin sueño

3 de mayo de 2010

Das Ding an sich

¿Para qué buscar explicaciones, pudiendo vivir lo que se busca?

Los hechos siempre tienen su razón de ser, así como la razón tiene miles de hechos que perseguir. Un proceder similar poseen las estaciones, las primaveras agónicas en veranos neonatos, las hojas de un otoño cristalizadas por la nieve invernal. Es dar un paso que sucede a otro; es inhalar y exhalar. La vida misma nos ofrece tantas posibilidades, que nuestro intelecto presuntuoso no alcanza a tomar con fuerza. Si todo fuera tan sencillo como sólo vivirlo y callarse, disfrutar el silencio que ofrece y al tiempo descifrar su musicalidad...

Salir al verano es parecido a caminar sobre brasas de algún fuego intenso, con pies descalzos y sin sentido alguno de poder absoluto. Sentir el calor que empieza a hervir desde el sol hasta el suelo, lo mismo que un horno, es justamente la proeza natural que no necesariamente me resulta agradable. Pero las evidencias veraniegas son las que mitigan el desazón de las altas temperaturas, de la insípida hilaridad bajo cielos despejados y luz derramada sobre cualquier paisaje. La verdad sirve como una sombra en pleno día.

Siempre digo la verdad cuando hay más silencio. Puedo escuchar mejor cada sílaba de mis palabras y cada sinapsis previa a pronunciarlas. El compás de cada latido sirve como fondo musical para pautar la realidad de los hechos, fusionados con una dosis de nervios crispados y alerta relajada, perfectamente coordinados para dar sentido a la razón de ser. Así es la verdad cuando no hay ruidos que la interrumpan, cuando crece el germen de la transparencia.

¿Qué me costaba solamente pensar y quedarme callado? ¿Qué dificultad tendría en ceder a una paciencia de magnas proporciones y macerar el pensamiento en templanza? Absolutamente todo, porque ello implicaría esperar, nadar en las profundidades de la incertidumbre y zambullirse en la cobardía sencilla de cubrir los días con un velo templado. Vincit omnia veritas.

Ya resbalaba cuesta abajo, sin mucho obstáculo que detuviera la velocidad temible de lo que estaba por descubrirse. Sobrevolaba las variables que se balanceaban entre sí para dar forma a un par de argumentos sólidos, pero fáciles de poner en evidencia. «Su Señoría, me declaro culpable de ser contundente en mi revelación.» Mientras llegaba al fondo, en la distancia que mi diestra observaba, se desmoronaba el precioso mundo de orden tal como lo hace la arena convertida en castillo, en muralla y torre.

La mirada estaba cimentada sobre roca madre, teñida de marrón, barnizada con lo que debe ser la dilatación de pupilas oscuras. Se catapultaba un disparo veraz proveniente de la misma columna del pensamiento enervado y evocador de melodías. El contraataque significó el derribamiento completo de los muros erigidos en honor a la agudeza; en algún Trono Etéreo, quizá la Serenidad Sempiterna hacía honor a su nombre, burlando la sistemática coherencia de la razón crítica.

Scento ergo dubito; dubito ergo cogito; cogito ergo sum. Ni al mismo Adso von Melk le sería más sencillo contravenir a la ciencia para estallar en mil conjeturas, aunque sin móviles o coartadas, circundando ambas presentaciones en la típica órbita elíptica de los satélites en torno a los planetas. Y todo por hablar con la verdad. ¿Acaso tiene definición fidedigna la verdad misma? ¿Valdría la pena y el tiempo explicar la contienda en algún sintagma nominal concreto que no dé paso a la danza de menciones y charlas subsecuentes que no hagan referencia del tema, pero lo tengan como base? Es como explicar cada segundo de la vida; sólo se vive, sólo es.

A ti, factor de caos detonado mediante música que suena mejor