2 de junio de 2010

I. Te iubesc

El sino ya está trazado, sólo que no lo habíamos contemplado

Los senderos virginales marcados por nuestras huellas.
La atmósfera extranjera que se aspira en nuestro ser.
Mediodía que fluye con luz y clima templado.
Una primavera obtusa, negándose a sucumbir.
Anticipación de niños, jolgorio de la inocencia.
Losas tornasoladas que guardan cada parpadeo.

Es la paciencia que contiene los rugidos estridentes.
Es el cerúleo apellido de la tarde hermosa.
Es su compás de presurosa marcha, sin descanso.
Es el espacio que se transforma en nuestro imperio.
Es tu manera de sonreír y hacer que tus ojos brillen.
Es el silencio que se escabulle entre las sílabas.

Un caudal vertiginoso con límite de velocidad.
Algunas vueltas para llegar al sitio previamente acordado.
Decenas de anécdotas desgranándose en nuestras manos.
Conjuntos enteros de flores púrpura, digeridas con la vista.
Tablero de ajedrez con la omnipresente reina.
El alfil danzando en sus diagonales detectivescas.

Fue la noche anterior con la referencia del tema.
Fue cada pieza musical escrita con la memoria.
Fue la viva conciencia de navegar por el presente.
Fue la cotidianidad, bellamente aderezada de milagros.
Fue mi reserva para tomar la mano perfecta.
Fue tu sombra, abrazada de la mía, debajo del Sol.

Destellos polícromos que dieron la bienvenida.
Homonimia de silencios que sólo nosotros hablamos.
Sonidos enredados en la algarabía binaria.
Variables politómicas que nos confunden a ratos.
Gustos compartidos, ausentes al resto del mundo.
Humanidad bendita con la ignorancia de nuestro binomio.

Era la impresión por interpretar la pieza adecuada.
Era el solfeo que no detectarías a ciencia cierta.
Era un pueril temor para que la garganta entonara.
Era el manojo de nervios, causa de los errores.
Era la mano temblorosa entre teclas y cuerdas.
Era mi tesoro el tenerte como única espectadora.

Transpiración microscópica surgida del sueño.
Insomnio rescatado de charlas edificadas.
Coloquio de señales perceptibles a ojo desnudo.
Diáfana existencia que es lienzo inmaculado.
Lagos y oceános tras el hielo derretido.
Nubarrones acumulados con el vapor del ánimo.

Come, walk with me
through the path of these trees.
Look, hold my hand
be my reason to stay.
Over mountains and valleys
like feathers, we're flying.
And time is a jealous boy
since we are an everlasting decoy.

A ti, por quien compondría mil conciertos por cada segundo de compañía

31 de mayo de 2010

III.Suudella

El breve espacio de sus ojos entreabiertos deja ver el alba

El cielo está oscuro y tranquilo. Nocturno, el tiempo oculta cualquier cuerpo celeste, de manera que ni siquiera las estrellas hurgan hacia la Tierra. Todo es oscuridad, todo es silencio. ¿Dónde quedó la Luna? ¿Adónde fueron los cometas?

Quizá algún fondo musical huyó, porque un compás acelerado se escucha tímidamente. Aún no veo, y quisiera saber qué hay más allá de estas tinieblas. ¿Estoy ciego, acaso? ¿Me robaron la vista y los colores se fusionan en su total ausencia?

Un momento: mis ojos sólo están cerrados. Creyendo, ingenuo, que la vista había perdido, lentamente mis párpados son ventanas al mundo. Éste, por razones que sólo la vida conoce, otorga la viva imagen de quien comparte la ceguera efímera con este oculto andante. ¿Es ella, realmente? ¿Sueño tan vívido que se describe con cinco de los siete sentidos que poseo?

Acaso tenga definición la distancia, este praesentia est sería su absoluto antónimo. Ella, cercana, arroja un tibio cordel alrededor de mi espalda, sujetando mis latidos con una efusividad neonata. Siento que en cualquier instante el final se acerca, y la vida entera se proyecta ante mis ojos a treinta y dos por segundo.

Una breve separación, como las de cada pluma en las alas de los arcángeles. Sus ojos ahora son almenaras que reflejan los colores del mismo Júpiter. Parece examinar cada rasgo de mi rostro, como una primera célula que encuentra su lugar en el universo. Se detiene, silenciosa en su totalidad, y reduce milímetro a milímetro lo que parecen añoz luz entre sus labios y los míos. Entreabierta su boca, absorbe partículas de oscuridad vacía hasta encontrarme y hacerlas luz.

Las revelaciones y profecías de pronto se cumplen. Mientras una esencia de fructosa recorre mi interior, estallan millares de cataclismos en lo poco que de mi nombre queda. Vacilante y sin poder mantenerme en pie, me sujeto de su contorno de Afrodita y Artemisa, columna de cantera sobre suelo firme.

Las horas retroceden: la noche fílmica, la risa atómica, el balance sobre un solo pie, la música entretejida de recuerdos infantiles. Cada herida va cicatrizando al contacto de sus labios perfectos. Cada derrota se esfuma como una burbuja que se revienta. Y el néctar transparente es un elíxir que reconstruye mi dominio otoñal, me devuelve a la adolescencia y termina por empequeñecer mi fuerza.

Recién nacido, saliendo de la noche dulce, atisbo a sus cejas, sus pestañas, su nariz, sus labios de magia otrora olvidada en textos de papel albanene. Dadora de Vida, la llamo, y me abraza con una fuerza que fisura mis huesos y los suelda al instante.

El aire es tibio y huele a duraznos; la noche no es más que una mañana sin Sol que la ilumine; la vida ahora sabe a agua filtrada por la propia naturaleza. Nada es igual desde el primer momento; todo es nuevo, todo es mágico.

A ti, conjuro hermoso de luminosa proporción