
Si bien requiero ciertas horas de sueño, prefiero un insomnio eterno en tu compañía
El asfalto es nuestro.
La noche muda se niega a pronunciar axioma alguno.
Yuxtapuesta la primavera obsoleta, trastocaba el verano y su calor amenazado.
La vista perdida en el trayecto incógnito, señalando el derrotero eterno.
El asfalto es nuestro.
Las nubes cubren todo.
Cada segundo es un presente abierto con ansiedad infantil.
La existencia gotea con las notas musicales.
El caudal melodioso irrumpe en nuestro navío.
Las nubes cubren todo.
Insomnes, dos felinos dóciles.
La sabana está vacía, sin presas ni indefensos incautos.
Coloreada de oscuridad adictiva, la noche transcurre, la noche transcurre.
Transformados en susurros, los rugidos enmudecidos aderezan el aire.
Insomnes, dos felinos dóciles.
La intuición desplaza a la ciencia.
No hay pensamientos, no hay reflexiones, sólo un silencio grato.
Hablar sin sonido es el arte que has perfeccionado.
Soy un ensayo y error, no obstante tu paciencia cordial.
La intuición desplaza a la ciencia.
Sueños por realidades.
De nuevo, el paso entre la noche y la madrugada.
A hurtadillas, huyen los ejes del mundo, ocultos entre luces artificiales.
Risas y miradas acuosas son nuestro idioma.
Sueños por realidades.
Y lo inminente es que me encantas.
Habiendo lacerado a la reserva con la palabra, no hay sueño que me doblegue.
Tan cerca, todo se hace añicos y se reconstruye.
Contemplo en tu existencia la quintaesencia de mis noches sin dormir.
Y lo inminente es que me encantas.
A ti, porque no hay temor a no soñar, siendo tan real que existes
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