
¿Para qué buscar explicaciones, pudiendo vivir lo que se busca?
Los hechos siempre tienen su razón de ser, así como la razón tiene miles de hechos que perseguir. Un proceder similar poseen las estaciones, las primaveras agónicas en veranos neonatos, las hojas de un otoño cristalizadas por la nieve invernal. Es dar un paso que sucede a otro; es inhalar y exhalar. La vida misma nos ofrece tantas posibilidades, que nuestro intelecto presuntuoso no alcanza a tomar con fuerza. Si todo fuera tan sencillo como sólo vivirlo y callarse, disfrutar el silencio que ofrece y al tiempo descifrar su musicalidad...
Salir al verano es parecido a caminar sobre brasas de algún fuego intenso, con pies descalzos y sin sentido alguno de poder absoluto. Sentir el calor que empieza a hervir desde el sol hasta el suelo, lo mismo que un horno, es justamente la proeza natural que no necesariamente me resulta agradable. Pero las evidencias veraniegas son las que mitigan el desazón de las altas temperaturas, de la insípida hilaridad bajo cielos despejados y luz derramada sobre cualquier paisaje. La verdad sirve como una sombra en pleno día.
Siempre digo la verdad cuando hay más silencio. Puedo escuchar mejor cada sílaba de mis palabras y cada sinapsis previa a pronunciarlas. El compás de cada latido sirve como fondo musical para pautar la realidad de los hechos, fusionados con una dosis de nervios crispados y alerta relajada, perfectamente coordinados para dar sentido a la razón de ser. Así es la verdad cuando no hay ruidos que la interrumpan, cuando crece el germen de la transparencia.
¿Qué me costaba solamente pensar y quedarme callado? ¿Qué dificultad tendría en ceder a una paciencia de magnas proporciones y macerar el pensamiento en templanza? Absolutamente todo, porque ello implicaría esperar, nadar en las profundidades de la incertidumbre y zambullirse en la cobardía sencilla de cubrir los días con un velo templado. Vincit omnia veritas.
Ya resbalaba cuesta abajo, sin mucho obstáculo que detuviera la velocidad temible de lo que estaba por descubrirse. Sobrevolaba las variables que se balanceaban entre sí para dar forma a un par de argumentos sólidos, pero fáciles de poner en evidencia. «Su Señoría, me declaro culpable de ser contundente en mi revelación.» Mientras llegaba al fondo, en la distancia que mi diestra observaba, se desmoronaba el precioso mundo de orden tal como lo hace la arena convertida en castillo, en muralla y torre.
La mirada estaba cimentada sobre roca madre, teñida de marrón, barnizada con lo que debe ser la dilatación de pupilas oscuras. Se catapultaba un disparo veraz proveniente de la misma columna del pensamiento enervado y evocador de melodías. El contraataque significó el derribamiento completo de los muros erigidos en honor a la agudeza; en algún Trono Etéreo, quizá la Serenidad Sempiterna hacía honor a su nombre, burlando la sistemática coherencia de la razón crítica.
Scento ergo dubito; dubito ergo cogito; cogito ergo sum. Ni al mismo Adso von Melk le sería más sencillo contravenir a la ciencia para estallar en mil conjeturas, aunque sin móviles o coartadas, circundando ambas presentaciones en la típica órbita elíptica de los satélites en torno a los planetas. Y todo por hablar con la verdad. ¿Acaso tiene definición fidedigna la verdad misma? ¿Valdría la pena y el tiempo explicar la contienda en algún sintagma nominal concreto que no dé paso a la danza de menciones y charlas subsecuentes que no hagan referencia del tema, pero lo tengan como base? Es como explicar cada segundo de la vida; sólo se vive, sólo es.
A ti, factor de caos detonado mediante música que suena mejor
1 comentario:
VIVIR LO QUE SE BUSCA...
SALUDOS ALEX
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